Yo moriré pero mañana regresarán millones


El relato de Sebastián Salinas (Buenos Aires, Argentina) de su viaje por Bolivia y Perú

Alguna vez mi padre sugirió una manera de invertir: invertir en la experiencia, viajar, conocer, explorar; todo lo adquirido aportará muchísimo valor y estará siempre disponible hasta el último de mis días, nada ni nadie podrá robarlo, embargarlo… Lo único que podemos hacer con ello es compartirlo sin que pierda valor, sino por el contrario…

Esas palabras quizás fueron el comienzo de mi viaje, y así «la Cultura Aymara».

«Nax jiwäwa. Akat qhiparux waranq waranqanakaw kutt’anïxa»

«Yo moriré pero mañana regresarán millones». Tupax Katari


Copacabana-Bolivia:

Camino a las ruinas de Machu Picchu, habíamos estipulado una parada de algunos días en Copacabana. Me habían comentado que se trataba de un lugar hermoso, de ensueños, donde además, podríamos encontrar mucha de la historia precolombina, de los amerindios, y tal vez con un poco de suerte, interactuar con algunos descendientes de los primeros pobladores de nuestra querida América.

Al llegar, nos resultó bastante difícil adaptarse a la forma de vida de nuestros hermanos bolivianos, el atraso cultural con respecto al resto de los países de la región es fácilmente advertido y contrasta drásticamente en muchos aspectos con las costumbres de nuestra sociedad.

Fueron horas interminables de micro desde La Paz hasta Copacabana. El transporte, de dudosas condiciones para circular, más los caminos de ripio, muy sinuosos y con cero infraestructura convertían el viaje de una aventura extrema. Llegar a destino fue una excelente noticia.

Desde ese momento las noticias comenzaron a ser cada vez mejores. La lluvia de imágenes que inundaba mis ojos colmada de paisajes, gente muy colorida, y rica cultura, hacían que esa tortuosa aventura valiera la pena … Y eso que recién comenzaba el recorrido…

Camino a la Isla del Sol

Copacabana se encuentra situada en la bahía del lago Titicaca, una cuenca de alrededor de 58.000 km²  compartida entre Bolivia y Perú.

Allí nos embarcamos en un catamarán de primer mundo, con la proa apuntando a la Isla del Sol, el principal atractivo turístico de Copacabana.

Mis retinas se encontradas extasiadas ante tamaña belleza natural… ¿Cómo describir? Cómo transmitir lo que estaba viendo, lo que sentía en ese momento:  la isla, las bahías, los fiordos.. un horizonte sin fin… Desde el punto más alto de la embarcación podíamos  mirar a 360º y ¡sin llegar a procesar tal fiesta de postales que estábamos viviendo!  En fin, no quiero perder el hilo conductor ni extenderme demás, ojalá puedan experimentarlo ustedes mismos.

Al desembarcar en la Isla nos encontramos con algo que no cerraba. Para poder recorrerla era necesario pagar un derecho de paso a los pobladores en tres  sectores diferentes ya no lograban acordar cómo repartir el dinero que recaudaban de los turistas. Estaba todo comercialmente armado para obtener los mayores beneficios de sus visitando, perdiendo asó la esencia de este sacro lugar. Está experiencia nos dejó algo desilusionados.

Recorrido por la Isla de la Luna

Al regreso pasamos cerca de la Isla de la Luna, y nuestra guía nos comentó que existía la posibilidad de realizar una breve parada  por un pago adicional para sacar unas fotos a la antigua ruina Aymara. Queríamos conocer la Isla, no sacar fotos, por lo que rechazamos la oferta.

Al llegar al nuevo puerto, recorriendo la ciudad dimos con una agencia de turismo bien distinta de las demás. Se trataba de un tour cultural recientemente inaugurado por la comunidad Aymara que vivía en la isla para obtener mayores beneficios del turismo: ofrecían la posibilidad de convivir en la isla con su comunidad por unos días con la compañía de una guía personal que la comunidad había designado para la ocasión y ERAMOS LOS PRIMEROS VISITANTESSS!

La cita con nuestro guía era a las 6 de la mañana. Cuando arribamos, ya nos estaba esperando muy puntual para comenzar una  increíble caminata de 4 horas aproximadamente. Al final de la travesía nos estaban esperando con un bote que nos llevaría a la Isla de la Luna.

Al llegar nos esperaba un riquísimo te de coca, que sirvió para devolver el espíritu al cuerpo ya que a esa hora el frio calaba profundo en nuestros adormecidos cuerpos.

Lo primero que hice al llegar a la isla fue preguntar si existía una cancha de futbol, como en todos los pueblos que previamente había recorrido en la región. Sin importar lo chicos que fuesen, siempre tenían una cancha de futbol y una iglesia. Aquí no era la excepción. Y así comenzamos a conocer la historia del lugar! ¡La canchita era el centro de todas las reuniones, festejos y todo tipo de actos civiles!

Al mediodía, nos sentamos en el césped en fila con los hombres de la comunidad, (siempre comen todas las familias juntas), esperando que aparezcan las cholas con el almuerzo: papas de distintas clases* preparadas de las más variadas maneras, porotos, garbanzos, trucha con huevo; todo servido en pequeñas vasijas de barro que las cholas traían envueltas en coloridas mantas típicas de estas zonas  Al igual que ellos, comenzamos a hundir nuestras manos en las diferentes vasijas para disfrutar todos juntos de aquel manjar.

La admiración y el respeto que nos teníamos era mutuo. Ellos se encontraban ávidos por saber cómo era el mundo más allá de la isla, y nosotros no queríamos perdernos un detalle de cómo vivían en ese rincón de la Luna. Entre preguntas y risas, seguimos comiendo, cada vez más agradecidos de habernos escapado del circuito turístico tradicional.

3 comentarios en “Yo moriré pero mañana regresarán millones

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